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Francie.
-Bah, no est� mal. Pero no he venido aqu� a hablar de Niza, �verdad?
-�Por qu� no, si nos apetece? -preguntó Delia.
El se�or Flack la miró con dureza, en el blanco de los ojos; a continuación repuso,
dirigi�ndose de nuevo a su hermana:
-Lo que usted quiera, se�orita Francie. Con usted, lo mismo da un tema que otro.
�Podr�amos sentarnos? �Podr�amos ponernos cómodos? -a�adió.
-�Cómodos? �Por supuesto que s�! -exclamó Delia, pero siguió erguida mientras
Francie se volv�a a desplomar en el sof� y su acompa�ante se hac�a con la silla m�s
cercana.
Librodot El Eco Henry James
-�Recuerda lo que le dije una vez, que la gente habr� de recibir perlas cultivadas? -
preguntó George Flack a la m�s joven de las muchachas.
Por un instante pareció como si Francie estuviera intentando recordar lo que le hab�a
dicho; entonces preguntó:
-�De verdad que pap� le escribió?
-Por supuesto que s�. Por eso estoy aqu�.
-Pobre pap�, �a veces no sabe qu� hacer! -comentó Delia.
-Me dijo que El Eco ha causado furor. Eso ya lo hab�a adivinado yo solito cuando vi
cómo andaban tras �l los periódicos de aqu�. �Ese asunto va a circular, ya lo ver�n! Lo
que me hizo volver fue enterarme por �l de que han sacado las u�as.
-�De qu� demonios est� hablando? -gritó Delia.
El se�or Flack la miró a los ojos de la misma manera que hac�a un momento; Francie
estaba seria, con la mirada clavada en la alfombra.
-�A qu� juega, se�orita Delia? A usted no le importa lo que escrib�, �verdad que no? -
prosiguió, dirigi�ndose de nuevo a Francie.
Francie alzó los ojos.
-�Lo escribió usted mismo?
-�Ya ti qu� te importa lo que ha escrito? �Qu� le importa a nadie? -interrumpió Delia.
-Al periódico le ha beneficiado m�s que ninguna otra cosa... Todo el mundo est� tan
interesado... -dijo el se�or Flack con tono de explicación razonable-. Y a usted no le
parece que tenga nada de qu� quejarse, �no? -a�adió afablemente, dirigi�ndose a Francie.
-�Por hab�rselo contado, quiere decir?
-Vaya, pues claro. �Acaso no surgió todo de aquel delicioso paseo en coche y de la
caminata que dimos por el Bois, cuando me llevó a ver su retrato? �Acaso no entendió
que quer�a hacerle saber que el p�blico agradecer�a una columna o dos sobre el nuevo
cuadro del se�or Waterlow, y sobre usted en tanto que tema del cuadro, y sobre su
compromiso con un miembro del grand monde, y sobre lo que estaba ocurriendo en el
grand monde, que, naturalmente, llamar�a la atención gracias a eso? Vaya, se�orita
Francie, hablaba usted como si lo entendiera.
-�Habl� much�simo? -preguntó Francie.
-Vaya, con entera libertad... Fue sencillamente encantador. �No se acuerda de cuando
nos sentamos all�, en el Bois?
-�Bah, estupideces! -soltó Delia.
-S�, y pasó madame de Clich�.
-Y usted me dijo que se hab�a escandalizado. Ynos re�mos... Nos pareció una necedad.
Yo dije que era una actitud afectada y pretenciosa. Su padre me ha dicho que ahora se ha
escandalizado, ella y el resto, de que sus nombres hayan salido en El Eco. No tengo la
menor vacilación en afirmar que tambi�n eso es afectado y pretencioso. No es sincero... y
si lo es, no pinta nada. Fingen que est�n escandalizados porque parece de buen tono, pero
de hecho les encanta.
-�Se refiere usted al art�culo aquel del periódico? Dios m�o, pero �eso no lleva ya d�as y
d�as m�s muerto que muerto? -exclamó Delia. Segu�a vacilante, sumida en una irritación
febril, agitada por el descubrimiento de que su padre hab�a convocado al se�or Flack a
Par�s, cosa que se le antojaba casi una traición porque parec�a denotar un plan. Que el
se�or Dosson tuviese un plan, y adem�s un plan no comunicado, era antinatural y
alarmante; y aumentaba la provocación el hecho de que pareciese rehuir la
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responsabilidad al no haber comparecido, en semejante momento, con el se�or Flack. En
cualquier caso, Delia estaba impaciente por saber qu� pretend�a. �Quer�a volver a estar
con un joven de lo m�s corriente, por activo que fuese? �Quer�a presentar al se�or Flack,
con un fr�volo optimismo improvisado, como sustituto del alejado Gaston? De no haber
temido que algo a�n m�s comprometido que todo lo que se hab�a dicho hasta entonces
pudiese llegar a ocurrir entre los dos si los dejaba a solas, habr�a bajado como una flecha
al patio para aplacar sus conjeturas, para enfrentarse a su padre y decirle que le
agradecer�a mucho que no se entrometiese. Se sintió liberada, sin embargo, acto seguido,
pues ocurrió algo que le pareció una pronta indicación de lo que estaba sintiendo su
hermana.
-�Saben cómo veo yo este asunto, seg�n lo que me ha contado su padre? -preguntó el
se�or Flack-. No digo que fuera �l quien sugirió la interpretación, sino que mi propio
conocimiento del mundo (�del mundo tal y como es aqu�!) me fuerza a aceptarla. Est�n
escandalizados, horrorizados; jam�s han o�do nada tan espantoso: �se�orita Francie, eso
no cuela! Saben lo que sale en los periódicos cada d�a de su vida y saben cómo llega
hasta all�. Sencillamente, est�n haciendo de todo esto un pretexto para romper..., porque
no creen que sea usted lo bastante distinguida. Est�n encantados de haber encontrado un
pretexto que pueden explotar, y ah� est�n, tan contentos como un grupo de ni�os cuando
no hay colegio. As� veo yo todo esto. [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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