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-Te voy a decir una cosa -dijo Barton, comenzando a tutearle-. Ven conmigo ahora y
observa por ti mismo como es nuestro estilo de vida. Nunca has sido entrenado para
utilizar tu función telepática, así es que eres como un hombre ciego. Échale un vistazo a
nuestra estructura, y después decide tú mismo lo que quieres hacer.
Cuando estaba a punto de mencionar a Cassie, Linc se detuvo. Temía que si hablaba
de ella, Barton pudiera retirar su oferta. Y, después de todo, no era como si intentara
abandonar para siempre a Cassie. Solo sería cuestión de una semana o dos, y despues
podría regresar a la tribu.
A menos que se llevara a Cassie con él... ahora.
No. De algún modo se sentiría avergonzado de admitir que él, un Calvo, se había
casado con una Marginada. Aunque se sentía orgulloso de Cassie... sí, eso era cierto.
Nunca la abandonaría. Solo que...
Se encontraba solo. Se sentía terrible y abrumadoramente solo, y lo que había captado
en la mente de Barton, así como las propias palabras de Barton penetraban en el como
una fuerza arrolladora. Un mundo al que el pertenecía; un mundo en el que nadie le
llamaría cabeza pelada, en el que nunca se sentiría inferior con respecto a los hombres
con pelo de la tribu. Una peluca propia.
Sólo por unas pocas semanas. No podía desaprovechar aquella oportunidad. ¡No
podía! Cassie le estaría esperando cuando él regresara.
-Iré contigo -dijo al fin-. Estoy dispuesto ahora mismo. ¿Te parece bien?
Pero Barton, que había leído en la mente de Linc, dudó un momento antes de
contestar.
-Como quieras -admitió finalmente-. Vámonos.
Tres semanas mas tarde, Barton estaba sentado en el solarium de McNey, con una
mano indolentemente apoyada sobre sus ojos para resguardarlos del sol.
-Linc está casado con una muchacha Marginada -dijo-. No sabe que nosotros estamos
enterados.
-¿Acaso importa? -preguntó McNey, que tenía un aspecto muy cansado y parecía
preocupado.
-Supongo que no. Pero pensé que sería mejor mencionarlo, a causa de Alexa.
-Ella conoce muy bien su propia mente. Y a estas alturas ya debe de saber tambien
que Linc está casado. Ha estado entrenándole telepáticamente desde hace varias
semanas.
-Ya me he dado cuenta de eso en cuanto llegué.
-Sí -dijo McNey, frotándose la frente-, ésa es la razón por la que nos estamos
comunicando oralmente. Las conversaciones telepáticas distraen a Linc cuando hay más
de una persona; aún está aprendiendo los procesos de selectividad.
-¿Qué tal te parece el chico?
-Me gusta. Sin embargo, no es... lo que me había esperado.
-Se ha criado con los Marginados.
-Es uno de Nosotros -dijo McNey con decisión.
-¿No presenta síntomas de tendencias paranoides?
-Definitivamente no. Alexa está de acuerdo con eso.
-Bien -dijo Barton-. Eso me tranquiliza. Era lo único de que tenía miedo. En cuanto a la
muchacha Marginada, ella no es uno de Nosostros, y no podemos permitirnos el lujo de
debilitar la raza mediante matrimonios mixtos o los humanos. Eso ha sido un axioma casi
desde la Explosión. Creo que si Linc se casa con Alexa o con cualquier otra de Nosotros,
eso será un bien, y podemos olvidarnos de cualquier otro compromiso previo.
-Eso depende de ella -observó McNey-. ¿Se ha producido alguna otra incursión de los
Marginados?
-No. Pero ellos no me preocupan demasiado. Sergei Callahan se ha ocultado. No
puedo localizarle, y quiero hacerlo.
-¿Sólo para matarle?
-No. Tiene que conocer a otros paranoides clave. Quiero sacarle esa información. No
puede ocultar permanentemente su mente... y un vez que le tenga donde quiero tenerle,
le quedarán muy pocos secretos ocultos.
-Estamos luchando por una batalla perdida.
-¿De veras?
-No puedo hablar aún -dijo McNey, con una violencia reprimida-. Ni siquiera puedo
permitirme a mí mismo pensar en el problema. Yo... todo está actuando en ese sentido.
El nudo gordiano es una sola ecuación que tiene que ser solucionada. Pero aún no.
Porque en cuanto la resuelva, se podrá leer mi mente. Primero tengo que solucionar
todos los detalles secundarios. Después...
-¿Si?
-No lo se -la sonrisa de McNey era amarga-. Encontraré una respuesta. No he
permanecido ocioso.
-Si pudiéramos hacer saltar el Poder -dijo Barton-. Si sólo pudiéramos descifrar el
codigo paranoide...
-O si tuviéramos un código propio... -añadió McNey.
-Impenetrable.
-Sería imposible utilizando cualquier medio mecánico. No podría salir bien ninguna
revuelta porque tendríamos que saber la clave y nuestras mentes podrían ser leídas por [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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