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turno.
- Gordo - dijo Knowles -, es usted un hombre tan codicioso como inhospitalario. De
acuerdó... ¿sueldo y medio? - Konski se giró y empezó a abrir la compuerta.
El túnel que había al otro lado se parecía mucho a la sección que acabábamos de
dejar, excepto que no había pista para scooters y las luces eran provisionales, montadas
en extensiones. A unos setecientos metros más allá el túnel estaba bloqueado por un
muro con una puerta circular en medio. El grueso hombre siguió mi mirada.
- Es la compuerta móvil - explicó -. No hay aire al otro lado. Acabamos de excavarlo
precisamente ahora.
- ¿Puedo ver dónde han estado excavando?
- No antes de que volvamos atrás y le proporcione un traje.
Agité la cabeza. Había quizás una docena de objetos en forma de vejiga en el túnel, del
tamaño y forma de balones infantiles. Parecían desplazar exactamente su propio peso en
aire; notaban sin evidenciar ninguna tendencia de subir o bajar. Konski apartó uno de su
camino y me respondió antes de que yo pudiera hablar. - Esta sección del túnel ha sido
presurizada hoy - dijo -. Estos balones - testigo señalan las fisuras y grietas. Su interior es
gomoso. Cuando son aspirados hacia una grieta, revientan en ella y su interior es
aspirado, helándose y sellando el escape.
- ¿La reparación es permanente? - pregunté.
- ¿Está usted bromeando? Lo único que hace es mostrar al operario dónde tiene que
soldar.
- Muéstrele una junta flexible - dijo Knowles.
- Venga. - Nos detuvimos a medio camino del túnel, y Konski señaló un segmento de
anillo que corría completamente en torno al túnel tubular -. Ponemos una junta flexible
cada treinta metros. Es fibra de vidrio embutida entre dos secciones de juntas de acero.
Le da al túnel una cierta flexibilidad.
- ¿Fibra de vidrio? ¿Para hacer un cierre hermético? - objeté.
- La fibra no sella; es la presión la que lo hace. Usted coloca diez capas de fibra, con
grasa de silicona esparcida entre las capas. Gradualmente va deteriorándose, de fuera a
dentro, pero aguanta cinco años o más antes de que tenga que cambiarse.
Le pregunté a Konski si le gustaba su trabajo, pensando que podría contarme alguna
historia. Se alzó de hombros.
- No está mal. No tengo nada que decir contra él. Mi especialidad es trabajar en sitios
cerrados. Aquí tan sólo hay una atmósfera de presión. Si pienso en cuando estaba
trabajando bajo el Hudson...
- Y cobrando una décima parte de lo que cobra aquí - hizo observar Knowles.
- Señor Knowles, me está ofendiendo - protestó Konski -. No se trata de dinero; es el
arte en el oficio. Tome Venus. En Venus pagan mal, y un hombre debe ir siempre de
puntillas. El humus es tan blando que te hundes en él. Hay que trabajar dentro de
auténticos cajones hidráulicos allí. La mitad de los tipos que hay allí son sólo mineros; el
menor contratiempo los aterroriza.
- Dígale por qué se fue usted de Venus, Gordo.
Konski expresó dignidad.
- ¿Desean examinar la protección movible, caballeros? - preguntó.
Avanzamos durante un tiempo, y empecé a sentir deseos de volver atrás. No había
mucho que ver, y cuanto más veía de aquel lugar menos me gustaba. Konski estaba
abriendo la puerta de la compuerta estanca que conducía al otro lado cuando ocurrió algo.
Me encontré con manos y rodillas en el suelo, y el lugar se volvió repentinamente
oscuro. Quizá grité... no lo sé. Había como un timbre sonando en mis oídos. Intenté
levantarme, y luego decidí que era mejor quedarme donde estaba. Era la oscuridad más
oscura que jamás haya visto, una oscuridad absoluta. Pensé que me había quedado
ciego.
El haz de luz de una linterna apareció, me buscó, y luego se apartó.
- ¿Qué ha sido? - grité -. ¿Qué ha ocurrido? ¿Un temblor?
- Deje de chillar - me respondió la voz de Konski, tranquila -. No ha sido ningún temblor,
ha sido una especie de explosión. Señor Knowles... ¿se encuentra bien?
- Espero que sí. - Jadeó, buscando aliento -. ¿Qué ha ocurrido?
- Ni idea. Vamos a echar un vistazo. - Konski se puso en pie y paseó su linterna por
todo el túnel, silbando suavemente. Su luz era del tipo que se generaba por acción
manual, y oscilaba en intensidad.
- Parece hermético, pero he oído... ¡Oh, oh, hermanos! - el haz de luz se inmovilizó en
una parte de la junta flexible, cerca del suelo.
Los balones - testigo iban reuniéndose en aquel punto. Había ya tres; los demás iban
derivando lentamente hacia allí. Mientras mirábamos, uno de ellos llegó a su destino y
reventó, soltando su pringoso contenido, que marcó la fisura.
La grieta aspiró el balón reventado y empezó a silbar. Otro balón derivó hacia allí,
vaciló un instante, luego también estalló. La grieta necesitó algo más de tiempo para
absorber la masa viscosa.
Konski me pasó la linterna.
- Siga dándole a la mano, amigo. - Sacó su brazo derecho del traje y colocó la palma
de su mano sobre el lugar donde, en aquel momento, estallaba un tercer balón.
- ¿Qué opina, Gordo? - preguntó el señor Knowles.
- No puedo decírselo. Parece como un agujero del tamaño de mi pulgar. Chupa como
un demonio.
- ¿Cómo puede haberse producido un agujero así?
- Que me aspen. Quizás haya sido desde fuera.
- ¿Cree que la grieta ha quedado obturada?
- Creo que sí. Vaya allá y compruebe la presión. Jack, déle la luz.
Knowles trotó hacia la compuerta estanca. Al cabo de un momento gritó:
- ¡Presión estabilizada!
- ¿Puede leer usted el vernier? - le preguntó Konski.
- Seguro. Señala normal.
- ¿Cuánto hemos perdido?
- No más de un kilogramo. ¿Cuál era la presión antes?
- La normal de la Tierra.
- Entonces hemos perdido seiscientos cuarenta gramos.
- No es mucho. Siga adelante, señor Knowles. Hay un armario de herramientas justo
detrás de la compuerta de la próxima sección. Tráigame un parche del número tres, o
más grande.
- De acuerdo. - Oímos la puerta abrirse y volverse a cerrar, y estuvimos de nuevo en
una total oscuridad. Yo debí hacer algún ruido, ya que Konski me dijo que me estuviera
quieto.
Al cabo de un momento oímos de nuevo la puerta, y la bendita luz se hizo de nuevo.
- ¿Lo tiene? - pregunó Konski.
- No, Gordo. No... - la voz de Knowles temblaba -. No hay aire del otro lado. La otra
puerta no se abre.
- ¿Encajada, quizá?
- No, he comprobado el manómetro. No hay presión en el otro lado.
Konski silbó de nuevo.
- Parece que vamos a tener que esperar a que vengan a por nosotros. En este caso...
Mantenga la luz sobre mí, señor Knowles. Jack, ayúdeme a salir de este traje.
- ¿Qué está planeando hacer?
- Si no puedo conseguir un parche, tendré que fabricarme uno, señor Knowles. Este
traje es lo único de que disponemos. - Empecé a ayudarle... cosa bastante complicada, ya
que él debía seguir manteniendo la mano en la fisura.
- Podría meter mi camisa en el agujero - sugirió Knowles.
- Sería como beber agua con un tenedor. Tiene que ser el traje; no hay otra cosa aquí [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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